Publicado el 31/08/2003 a las 22:00
(Primera parte)
En el saldo de lo que podría denominarse como “la crónica de un fracaso”, vimos
de todo a lo largo de tres años de labor legislativa en lo relacionado con el sector de las
telecomunicaciones. Ciertamente hubo algunos intentos loables por hacer cosas. Se formularon
iniciativas diversas, hubo buena y mala fe, mentiras, traiciones, oportunismo, algo de valentía y
congruencia y, después de todo, cero resultados.
Parte de quienes integraron esa LVIII legislatura quedará para incorporarse a la hoy naciente. Es
decir, los senadores de la república permanecerán en sus curules y con su misma
representatividad por tres años más.
La historia realmente comienza con la idea de que se requería una nueva ley de
telecomunicaciones no obstante que la vigente data de 1995. Bueno, pues en medio de ese
ánimo y soberbia fundacional que caracterizó a los primeros días de la presente administración
gubernamental, se emprendió públicamente la intención de formular una reforma integral para el
sector lo que llevo, en abril del 2001, a la conformación de una Conferencia Parlamentaria en
Materia de Telecomunicaciones, la ya famosa CPT.
En ella se pretendió conjugar la representación de las tres principales fuerzas políticas del país
(PAN, PRI y PRD), y a las dos cámaras legislativas. Cinco senadores, encabezados por Javier
Corral y cinco diputados, liderados por Jesús Orozco , iniciaron algo que siempre señalamos
como ambicioso y poco realista: generar una nueva ley de telecomunicaciones y presentarla en el
periodo ordinario de septiembre-diciembre de ese mismo año.
El resultado de ese trabajo que pretendió, también, tender un puente con el Ejecutivo federal a
través de la Subsecretaría de Comunicaciones, puede resumirse simplemente en un cúmulo de
buenas intenciones, de trabajo bien pensado y organizado pero, hasta cierto punto, plagado de
ingenuidad y mezquindad.
Decía que se trató de algo bien articulado pues comprendió reuniones con método, la asesoría de
especialistas, un proceso de consulta pública con los principales actores del sector y una altísima
participación de todo mundo para tratar de lograr la mejor de las reformas. Sí, nada más que el
ejercicio terminó siendo como La Fontana di Trevi , donde todos arrojaron monedas pidiendo un
deseo sin que éste jamás se cumpliera.
Fue una pena ver cómo transcurrían las semanas y los meses sin que aterrizara la esperada
reforma. De hecho, la idea misma de hacer una nueva ley en lugar de simplemente modificar la
existente parecía más un afán por pasar a la historia que un proyecto sensato y realista a la luz de
los intereses económicos en juego y del contexto político nacional. En medio de ello el Ejecutivo
prescindió del Presidente Nicolín en Cofetel para dar cabida al gerente Arredondo.
Fue así que, después de trabajar más de un año juntos como CPT, su mismísimo copresidente, el
diputado Jesús Orozco , junto con otro legislador del PRD, el diputado Víctor Manuel Ochoa
Camposeco , presentaron “su” propia iniciativa, la víspera de que concluyera el periodo de
sesiones de marzo-abril del 2002. Fue una auténtico albazo cuyo contenido generó más dudas
que respuestas. Bueno, el hecho mismo de que Ochoa Camposeco le haya entrado a suscribir y a
defender en tribuna dicha iniciativa, cuando apenas tenía escasos 45 días como legislador y como
integrante de la CPT, no habla más que de la improvisación e irresponsabilidad con que se
comenzó a desviar el trabajo serio de la conferencia en aras de quién sabe qué intereses.
Más adelante, cuando se tenía más o menos acordado un anteproyecto entre el grueso de los
integrantes de la CPT y la Subsecretaría de Comunicaciones, se decidió que el resto de los
trabajos para “afinar” el documento se realizaran en una encerrona de legisladores en Sumiya. De
ese encuentro morelense en el que se le practicó cirugía mayor al anteproyecto, derivó el
desencuentro fatal entre los congresistas y el Subsecretario Álvarez Hoth. Bueno, con la SCT
toda. Ya nada volvió a su lugar.
No hay que olvidar que en el camino hubo una serie de graves acusaciones y denuncias que se
prohijaron entre el senador Javier Corral y el diputado Jesús Orozco quien, ya desde entonces,
albergaba el anhelo de convertirse en gobernador de su natal Colima.
Y así, tal y como se veía venir, pasó lo pronosticado: ni cumplió con su papel de presidente de la
Comisión de Comunicaciones, ni la de copresidente de la CPT pues al final no suscribió la
iniciativa engendrada en ésta, ni alcanzó la candidatura de su partido (PRI), para la primera
magistratura del estado y terminó entrando, por la puerta de atrás, al siempre generoso partido
del sol azteca, donde pude importar madres la ideología mientras se tenga en frente a un
candidato que medio pueda dar la pelea. Faltaba más. Bueno, pues tampoco se les hizo.
Orozco quedó en un lejano tercer lugar de la contienda electoral, regresó a la Comisión al igual
que Alejandra Barrales quien, así, dio las gracias a Ochoa Camposeco como suplente de aquélla
y que entró al quite cuando la guapa y talentosa legisladora aceptó la invitación para sumarse al
gobierno de Lázaro Cárdenas Batel en Michoacán. Orozco y Camposeco no habían logrado
cuajar “su” iniciativa pero sí consiguieron su propósito último: clavar una zancadilla a la CPT a la
que pertenecían y descarrilar el proceso.
Ya continuaré con esta triste crónica sobre la LVIII legislatura. Lo que viene es aún más intrincado
y lamentable. Y también me referiré al Tercer Informe de gobierno del presidente Fox. A ver con
qué nos sale.
Artículo publicado en el Periódico El Universal
http://archivo.eluniversal.com.mx/columnas/33359.html