Publicado el 06/08/2019 a las 00:00
La masacre del pasado sábado en El Paso, Texas, cambió la agenda y, espero, las actitudes. Este discurso de discriminación, segregación y odio que se ha alimentado a partir de prejuicios racistas y supremacías inexistentes, ha generado que enfermos mentales recurran a los más violentos actos de barbarie para erradicar gente que consideran indeseable. Tal como lo hicieron Hitler, Stalin y tantos más. Una desgracia. Con la diferencia de que estamos en el siglo XXI. No. No puede aceptarse, no puede solo condenarse. No es un episodio más. Es el resultado de lo que hoy estamos viviendo en política internacional y, también, interior.
Veamos: en Estados Unidos es más fácil comprar un arma de alto calibre que una cajetilla de cigarros. La protección a la industria del armamento es descarada. El comercio legal e ilegal del mismo está desbordado. En México, ponemos los muertos mientras que, en aquel país, ponen las armas y los consumidores. No tienen madre.
Es en ese contexto que ocurre la masacre en la que un imbécil, de apenas 21años, con ínfulas de Quijote, se atreve a matar gente inocente por el solo hecho de ser inmigrantes latinos: “invasores hispanos”. Resalto lo de los 21 años porque pasaré, a continuación, a hablar del adulto de 73 años que funge como Presidente de ese país y que es el principal provocador de odio, xenofobia y ataque constante a la inmigración: Donald Trump. Fue su discurso de campaña. Convenció. Ganó. Y va por más. Solo que, en esta ocasión, tiene a un aliado sumiso, “mandilón”, que en campaña se mostraba como gallo de pelea pero que, ahora, no es más que un ganso cansado y cobarde.
El presidente (con minúscula) López Obrador ha decidido no confrontarse con quien más ha maltratado a los mexicanos en tiempos recientes. Dice, socarrón, “Bora respeta”. Y pasa al siguiente tema. Se apanica ante la amenaza de imposición de aranceles, violatorios de todo acuerdo y tratado comercial. Entonces acepta el penoso papel de “cadenero”. La recién inaugurada Guardia Nacional al servicio del patrón. El muro que prometió, se construyó, virtualmente, con nuestros elementos federales, que nosotros pagamos, investidos de persecutores de gente miserable que huye de sus lugares de origen por maldita necesidad.
No. No basta con lamentar, con condenar los hechos de El Paso. No basta con amenazar con que vamos a acusar a este escuincle de terrorismo. No basta con “estudiar” si procede la extradición (parecen nuevos). Se trata de poner un poco más de fuerza y dignidad en la relación con el gobierno de los Estados Unidos.
¿Quieren cooperación para contener la inmigración ilegal? Órale. Pero que sea a cambio de que ustedes controlen la venta de armas, su tráfico hacia México, que abandone el mismísimo Presidente Trump su discurso xenofóbico y reconozca el valor de los migrantes a lo largo de la historia.
El gobierno de México debe condicionar su colaboración en la parte migratoria a un mínimo de respeto y dignidad a los derechos humanos de nuestros connacionales. Es la oportunidad. Veremos de qué están hechos.
Moraleja: el discurso de odio lleva a la muerte. Tome nota, presidente. Atentamente: los conservadores, fifís y adversarios.