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Tres estampas


Publicado el 14/05/2019 a las 00:00

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Tres estampas del pasado viernes muestran al México real, al cotidiano, al que no se puede ocultar tras el barniz del discurso y al que tercamente se mira, a pesar de que se cierren los ojos. Todo esto sucedió en pleno 10 de mayo, Día de las Madres. Una nota roja, mañanera, desgarradora, irrumpió en los informativos y la conversación. Un comando atacó a personal del Centro de Readaptación Social número 16 femenil en el Estado de Morelos, dejando un saldo de cinco personas muertas y tres más heridas. Sí, la misma entidad donde, un par de días atrás, ejecutaron a dos personas, a plena luz del día y en el corazón de Cuernavaca, a manos de un sicario que estuvo dispuesto a ultimar esas vidas y a quedar preso a cambio de cinco mil pesos. La imagen del viernes es desgarradora. Los cuerpos de quienes ahí murieron yacen bajo un muro cuya leyenda reza: “Madre: gracias por darme la vida y estar conmigo. Dios te bendiga siempre”.

En otra estampa, que se repitió en varias ciudades del país, madres llorosas, impotentes, suplicantes, marchan con las fotografías de sus hijos desparecidos. Esa es su manera de “celebrar” el 10 de mayo. Con la esperanza que nunca muere mientras ellas viven con el alma deshecha. Reclaman, gritan, pronuncian el nombre de sus hijos una y otra vez, lanzan consignas y creen que alguien, así, en abstracto, podrá ayudarlas a dar con su paradero. Promesas van y vienen conforme cambian administraciones. Las fosas clandestinas se multiplican mientras cadáveres son almacenados y trasladados de un sitio a otro, apilados, en espera de ser identificados por algún familiar. Una auténtica tragedia humana.

En una tercera y lamentable imagen, nos encontramos al señor presidente (así, con minúsculas) echando desmadre en Palacio Nacional, en el contexto de su conferencia de prensa mañanera y acompañado ¿por qué no? de un mariachi, para amenizar el festejo por el Día de las Madres. La masacre de Puente de Ixtla acababa de suceder. Ahí, con él, entonaba canciones la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero. ¿Nadie les avisó de lo recién ocurrido? Grave. Y si fueron advertidos del hecho ¿no debieron, por un mínimo de decencia, empatía, luto, solidaridad y responsabilidad, suspender su imprudente festival? Ahí estaban, entre otras mujeres, con el primer mandatario, su esposa, la no primera dama, Beatriz Gutiérrez junto con Elena Poniatowska, que hablaba a los espíritus del más allá. Ni una palabra de condolencia por esas trágicas muertes por parte del conferenciante, ni una acción inmediata desplegada bajo su orden y supervisión para atajar la violencia desbordada en una entidad gobernada por la frivolidad e incompetencia de quien, desde ahora, ya se ve despachando en Palacio Nacional en 2024. Es la indolencia encarnada, de cuerpo entero, en la persona del presidente de México.

No podemos perder la capacidad de asombro ni, mucho menos, de indignación frente a tanta injusticia, incompetencia, ineptitud e indolencia. Somos una gran sociedad que no puede ni debe rendirse ante la farsa de un nuevo régimen que ya nos demuestra que siempre, siempre, se puede estar peor.

Abogado. Twitter: @JLozanoA