Publicado el 09/10/2017 a las 02:12
Para Leonardo Curzio
Mientras Ricardo Anaya hacía malabares, antes y después de la salida oficial de Margarita Zavala de las filas del Partido Acción Nacional (PAN), uno de sus más cercanos aliados, el senador Ernesto Ruffo, fijaba claramente la posición de su grupúsculo. En efecto. Sendos videos del todavía jefe nacional del partido daban cuenta de su tardío ruego por dialogar para, posteriormente, calificar como un error el abandono de las filas blanquiazules por parte de Margarita. En ambos mensajes, Anaya aparece compungido, con meticuloso texto leído en telepromter, en un intento por mostrar empatía y un falso llamado a la unidad partidista. Toda una puesta en escena. Se borró la burlona sonrisita de siempre para encarar el socavón provocado por su propia perversidad.
Mientras tanto, en los pasillos del Senado de la República, Ernesto Ruffo, Presidente de la Comisión de Transparencia y Reingeniería del Padrón de Militantes e integrante de la inútil Comisión Anticorrupción y Participación Ciudadana del partido, hablaba así ante la inminente renuncia de Margarita: “Yo siento como un alivio. Haga de cuenta que como cuando uno tiene un absceso y sale la pus. Así de claro”.
En cosa de horas, pues, quedó de manifiesto el doble discurso de Anaya. Con cara del gato con botas en Shrek, nos decía que había tratado de localizar, sin éxito, a quien despreció durante dos años al tiempo que, uno de sus voceros, hacía el más vulgar, misógino, intolerante, despreciable y patán comentario respecto de quien, quizá, represente, a plenitud, la esencia de nuestro partido, en tiempos actuales.
No tuvo Anaya en su frío video ex post una sola manifestación de lamento o generosidad tras la salida de tan distinguida panista. Su perorata la orientó hacia la agenda electoral. Perdió reflejos, sensibilidad y potencia el otrora “joven maravilla”. Y aquí debo reconocer que fui de los primeros en respaldar su candidatura a la presidencia del PAN, suponiendo que era muy distinto a Gustavo Madero. Me equivoqué. Anaya salió peor que el chihuahuense (que ya es decir) y es como la reedición azul del PRI de Roberto Madrazo.
De alguna manera, el torbellino causado por la estrepitosa salida de Márgara desvió la atención sobre las recientes acusaciones hacia Ricardo por cuanto hace a su situación patrimonial y a la alteración de un acta de asamblea que le beneficiaría a él. Pero ya regresaremos en breve a ventilar ambos asuntos.
En la dirigencia nacional del PAN ya no hay más agenda que el autodenominado “frente ciudadano” para una componenda entre tres. Se canceló el diálogo político, la apertura democrática, el disenso, la conciencia, la agenda legislativa y el debate público. Bajaron la cortina.
Es evidente y lamentable la ruptura al interior de nuestro partido. Esto es consecuencia de la obsesión de Anaya por convertirse en candidato a la presidencia de la república, aprovechando su posición de jefe nacional y sin permitir que otros compitan, a la buena, por dicha candidatura.
El espontáneo manifiesto del senador Ruffo pinta de cuerpo entero al actual grupo en el poder del partido: son intolerantes, excluyentes, vulgares y autoritarios. Y gracias a su astucia, en el PRI y Morena solo sonríen.
Senador de la República
Artículo publicado en el periódico El Universal
http://www.eluniversal.com.mx/articulo/javier-lozano/nacion/el-socavon-azul