Publicado el 14/01/2015 a las 23:00
Un foco rojo para 2015 es el irracional boicot a los procesos electorales en Guerrero con el que
amaga la Coordinadora Estatal de los Trabajadores de la Educación de aquella entidad (CETEG).
So pretexto de la exigencia de encontrar con vida a los 42 normalistas de Ayotzinapa
desaparecidos, este grupo —al que poco o nada le importa la educación— hace y deshace a sus
anchas ante la mirada complaciente del gobierno de la República y aprovechando que tienen a
un inútil como gobernador. No contentos con tener al estado de cabeza, creen que su
valentonada les alcanza para cancelar uno de los derechos humanos fundamentales: votar y ser
votado. Y es que ya le tomaron la medida al gobierno. Aquí le llaman tolerancia a lo que en
realidad es cobardía. Aducen respetar la libertad de expresión siendo que ésta tiene límites
previstos en el 6º constitucional: el respeto a “la moral, la vida privada o los derechos de tercero;
cuando provoque algún delito o perturbe el orden público”. Tampoco ejercen su derecho de
petición pues éste debe formularse “por escrito, de manera pacífica y respetuosa” (artículo 8º) . Y
por si fuera poco, el 17 constitucional dispone que “ninguna persona podrá hacerse justicia por sí
misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho”.
Como se puede ver, la letra de la ley suprema no deja lugar a dudas. Hacerla cumplir no es
potestativo, sino imperativo inexcusable. La protesta social tiene cauces que se deben respetar.
En realidad lo que la CETEG y otros grupos afines hacen se llama vandalismo y delincuencia.
Colectan dinero de los automovilistas que transitan por las autopistas de cuota que administra el
Estado dizque por y para Ayotzinapa. Es un robo o extorsión disfrazados y tolerados. Y dado que
sus actos no ameritan castigo alguno más allá del repudio impotente de la sociedad, pues le
suben al volumen e intensidad de sus demandas.
De por sí el desencanto ciudadano por la clase política es creciente. La imagen de los partidos
anda por los suelos y con sobrada razón. La gente difícilmente alcanza a ver la diferencia entre
unos y otros. Todos los políticos somos igual de vulgares, incompetentes y corruptos, repiten en
coro. Y eso conlleva naturalmente a una menor participación en las elecciones, sea por
abstencionismo o por la anulación del voto. En todo caso, es una pésima forma de manifestar el
hartazgo pues a menor participación la probabilidad de que lleguen los peores candidatos a
ocupar los cargos públicos es mayor, tan solo por “operación política”, que no es otra cosa más
que el disfraz de la compra de voluntades.
Pero el desencanto ciudadano podría ir más allá. Destaca The Economist en su última entrega
intitulada “El pantano mexicano”, que el mayor beneficiario del escepticismo que genera el
desempeño del presidente Peña Nieto (y yo agregaría, la clase política en su conjunto) se llama
Andrés Manuel López Obrador, un populista mesiánico. Y México merece algo mejor, remata el
texto. Coincido. No es solo la credibilidad del Presidente lo que está en juego. Se arriesga la
viabilidad del país.
Artículo publicado en el Periódico El Universal
http://www.eluniversalmas.com.mx/editoriales/2015/01/74516.php
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