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No sean Ordinarios/ Peña Nieto: ¿Presidente del PRI o de la República


Publicado el 26/10/2014 a las 23:00

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Tras la caída de Ángel Aguirre como gobernador de Guerrero y ante la evidente podredumbre
que envuelven al ex Alcalde de Iguala y su “distinguida” esposa, el PRD ha sido desnudado de
cuerpo entero por su hipocresía y posición convenenciera. Le vendieron su alma al diablo y ahora
no saben cómo salir de este embrollo. No hay mucho que esperar de ellos. Están en la lona.
Y mucho se ha dicho que Enrique Peña Nieto enfrenta con el caso de los 43 normalistas
desaparecidos de Ayotzinapa el momento más grave de su administración. Es obvio. Está a la
vista. Pero no es sólo su crisis. Es la del país entero. Lo que él haga o deje de hacer tendrá una
repercusión trascendente, dadas las enormes atribuciones presidenciales que le otorga nuestro
marco constitucional al Ejecutivo Federal.

Así como se le reconoce en el mundo, quizá en desmesura, su contribución por las reformas
estructurales que el Constituyente Permanente y el Congreso de la Unión aprobamos en los
últimos tiempos, es como se le pasa también la factura al Jefe del Estado mexicano por los
lamentables y reprobables acontecimientos que le han dado la vuelta al planeta.

Apenas un tercio de su gobierno ha transcurrido y permea la sensación de que los problemas se
están saliendo de control; que la ingobernabilidad va ganando terreno y que el futuro de la nación
es incierto, por decir lo menos. Con todo, nadie, en su sano juicio y con un mínimo sentido de
responsabilidad, podría festejar dicha situación.

Quienes tenemos un cargo público, sea del partido político que sea, estamos obligados a cerrar
filas con el presidente en estos complicadísimos momentos de la República para devolverle,
cuanto antes, gobernabilidad y estabilidad. Ver cómo se desvanece el gobierno o alegrarse del
desgaste de la imagen del PRI de cara a los próximos comicios es una visión corta, mezquina y
ruin. Ah, pero el primero que está obligado a asumir a plenitud su responsabilidad es el propio
presidente Enrique Peña Nieto. No tendría la estatura moral ni la legitimidad para pedirle a los
demás algo que él no está dispuesto a realizar.

Así pues, Peña Nieto debe actuar como presidente de la República y no como presidente del PRI.
Su objetivo no puede centrarse en las elecciones del 2015. Que el partido, sus candidatos y
estrategas se encarguen de rescatar lo que puedan mientras el titular del Poder Ejecutivo ejerce
con sus atribuciones legales al límite de su voluntad y capacidades.

Hace más de un año, nos ofrecieron que se darían a conocer los nombres de quienes, por su
negligente actuación, permitieron asentamientos y construcciones irregulares en Acapulco,
irresponsabilidad que provocó, entre otros factores, muertes y enormes daños por los meteoros
“Ingrid” y “Manuel”. Pero es la hora que nada se ha revelado de aquello. Y no porque le sigan
rascando al asunto sino porque los personajes involucrados son posibles jugadores en los
procesos electorales del año próximo en la entidad. De ahí que pocos se creen aquella oferta de
llegar “hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga”.

De la misma manera, el presidente debe asumir personalmente el puntual seguimiento de las
investigaciones que realice la Procuraduría General de la República hasta llegar a conclusiones
certeras y, en consecuencia, aprehender y consignar a los responsables de este horrendo crimen.
Dar con los autores materiales e intelectuales de estas atrocidades e ir por los funcionarios
públicos que, por cobardía o complicidad, permitieron que las cosas ocurrieran como ocurrieron
(antes, durante y después de la tragedia) es un imperativo que no admite el menor titubeo, trátese
de quien se trate.

Peña Nieto tiene que hablar en todo momento con la verdad, por dura y cruda que ésta sea.
Especialmente lo tiene que hacer frente a los familiares de los desaparecidos. Debe dar
constantemente la cara pero con un rostro y mensaje más humanos. Una cosa es no perder la
esperanza y otra muy distinta es alimentar falsas esperanzas. El peor de los mundos es la
incertidumbre. Y ya no hay timing que valga para calcular “el momento adecuado” para revelar
hallazgos.

Y una cosa es el respeto a la libertad de expresión y otra muy distinta que ésta se tome como
pretexto para pisotear los derechos y libertades de los demás. No se puede justificar que, por la
legítima demanda de encontrar vivos a los muchachos desaparecidos se toleren actos de
vandalismo, rapiña, saqueos en comercios, destrucción e incendio de inmuebles, bloqueos de
vialidades o carreteras, secuestro o suspensión de labores de todo tipo.

No actuar con firmeza y legalidad a tiempo es combustible para el conflicto. Alienta a que otros
grupos o personas se contagien de ese ánimo de revancha o abuso, sobre todo si se considera
que ante la flagrancia de los hechos no hay más sanción que la típica condena discursiva.
En fin. Cierto es que el presidente Peña Nieto no la tiene nada fácil. Cierto es que propios y
extraños ya se han percatado de que las cosas no son tan sencillas como se las pintaron y como
ellos mismos se las transmitieron al electorado en el 2012. Y cierto es, finalmente, que si este
grave capítulo no se cierra bien y pronto, estaremos no sólo frente al desplome del PRD y el
fracaso del PRI y su gobierno. Estaremos frente a un retroceso en todos los órdenes de nuestra
vida nacional. Y con eso no se juega. Que conste.

Artículo publicado en La Silla Rota

http://lasillarota.com/pena-nieto-presidente-del-pri-o-de-la-republica/Javier-Lozano- Alarcon#.V3FrD_l96M8