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¡Ay, la mezquindad!


Publicado el 07/09/2014 a las 22:00

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Decía Montesquieu que “los intereses particulares hacen olvidar fácilmente los públicos”. Esta
reflexión viene a cuento porque advierto en buena parte de la clase política de nuestro país (a la
que pertenezco) una actitud mezquina a la hora de abordar temas relacionados con bienes
públicos.

Me anima a hacer este comentario un hecho del que fui testigo presencial la semana pasada con
motivo de la presentación del proyecto para el nuevo aeropuerto del Valle de México.
Encabezaban el acto el presidente Peña Nieto y el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel
Mancera, entre otros. En su intervención, Mancera habló de la importancia de la colaboración
entre órdenes de gobierno, más allá de su signo partidario, en proyectos transexenales.
Por su parte, el Presidente reconoció la actitud del jefe de Gobierno y anticipó que no será el
propio Peña Nieto quien vea terminado el aeródromo pero que se trata de proyectos de tal
envergadura que deben trascender administraciones.

El contraste con esta actitud que destaco de parte de Mancera, es de recordar la de su antecesor
y jefe, Marcelo Ebrard. Este individuo, cuestionado severa y merecidamente por el fiasco que
resultó ser la Línea Dorada del Metro, se encargó de hacer público y evidente su ánimo de
distanciarse del presidente Calderón a quien, por cierto, se refería simplemente como
“licenciado”. Siguiendo la línea de quien lo puso en el carril ganador para la gerencia de la ciudad,
Andrés Manuel López Obrador, desconocía con esa infantil y majadera actitud el resultado
electoral del 2006 por encima y a pesar de las “endiabladas” instituciones.

Parte de su gracejada era no coincidir en público con Calderón. Se encargaba Ebrard de hacer
hasta lo imposible por no darle la mano al Presidente ni aparecer juntos en fotografía alguna. Era
parte de la “honestidad valiente” de estos hipócritas. Recuerdo que Marcelo no tuvo más remedio
que acceder a compartir espacio, saludo y foto con Felipe Calderón cuando acudió a las exequias
de Juan Camilo Mouriño y en las diversas reuniones relacionadas con la atención de la
emergencia sanitaria del 2009.

Parte de la mezquindad de la que hablamos se reflejó en el hecho mismo de que Calderón
estuvo a punto de no poder rendir protesta en el Salón del Pleno de la Cámara de Diputados. Fue
una muy accidentada sesión inaugural que el PRI sigue vendiéndonos caro por haber asistido a la
misma e integrado quórum, cual si fuera una gracia y no su obligación constitucional.

En paralelo, en el conflicto postelectoral federal, otro jefe de Gobierno, investido más en carácter
de activista que de gobernante, Alejandro Encinas, toleraba la permanencia de un grotesco
plantón a lo largo de Paseo de la Reforma. Complacía de esa manera a su líder máximo que, mal
perdedor al fin, daba rienda suelta a su ira.

Otro foco de contraste lo encontramos en el Congreso de la Unión. Hoy Miguel Barbosa es
presidente de la Mesa Directiva del Senado. El perredista se lo ha ganado a pulso por su actitud
republicana e institucional mientras su candidato perdedor a la presidencia sigue transpirando
rencor.

El mismo aeropuerto nos presenta otro capítulo de mezquindad. Dice Felipe Calderón en su
reciente libro Los retos que enfrentamos (páginas 295 y 296) que en su administración fueron
adquiridas miles de hectáreas de terrenos adyacentes al lago de Texcoco para poder ir adelante
con la construcción de dicho aeródromo, con dos pares de pistas simultáneas y la posibilidad de
un tercer par si se adquiriesen 400 hectáreas adicionales en uno de los vértices. ¿Les suena? Y
termina diciendo el ex presidente Calderón que los estudios técnicos respectivos fueron
entregados en la transición a la que sería la nueva administración. Es decir, una sana colaboración
transexenal entre autoridades saliente y entrante. Pues sí, pero a pesar de ello no ha habido una
sola palabra de reconocimiento a la administración anterior y todo lo manejan quienes vinieron a
“Mover a México” como si estos proyectos fueran producto de una suerte de generación
espontánea y luminosa. Falta de generosidad es lo menos de lo que se les puede señalar.

En suma, la mezquindad de algunos de nuestros actores políticos nos hace recordar a diario las
palabras de Montesquieu. Son los intereses personales por encima del bien público los que
marcan buena parte de la agenda nacional. Y en ésas andamos. Qué pena.

Artículo publicado en el Periódico El Universal

http://www.eluniversalmas.com.mx/editoriales/2014/09/72238.php