Publicado el 03/09/2014 a las 22:00
¿Y luego, qué? Es la pregunta que muchos nos hacemos tras de escuchar al presidente Peña
Nieto con motivo de la entrega de su segundo informe de gobierno. Más aplausos que resultados.
Lo verdaderamente relevante en este último año han sido las reformas estructurales que
aprobamos en el Constituyente Permanente y en el Congreso de la Unión. Y si bien él tiene parte
del mérito no es un logro exclusivo del Ejecutivo Federal. Cuenta con el respaldo responsable de
una oposición muy distinta de la que él mismo formó parte cuando gobernábamos nosotros.
Ya hubiera querido Felipe Calderón contar con el acompañamiento de una oposición a la altura
de las necesidades del país. Lo que encontró desde el primer día de su mandato fue
intransigencia, mezquindad y cálculo político. La lucha descarnada por el poder. Lograron
regresar. La percepción ciudadana, empero, hoy los desnuda. No había llegado un Presidente de
la República a su segundo informe con tan bajos niveles de popularidad. Y conste que tiene el
amplio respaldo de los medios de comunicación.
El problema que enfrenta el gobierno en turno es su ineficacia para llevar a la práctica sus
promesas de campaña y los postulados contenidos en las reformas. Se acabaron los pretextos. Ya
tiene Peña Nieto sobre la mesa todas las adecuaciones legales que demanda la competitividad
del país. Y, en el plano externo, tanto Estados Unidos como la Unión Europea han tomado de
vuelta el camino del crecimiento.
Mientras tanto, a pesar del bono democrático con el que llegó a la Presidencia “El nuevo PRI” y
con todo y las citadas reformas, la economía no solo no despega sino que se encuentra
estancada. No hay inversiones ni empleos suficientes mientras que la economía informal sigue
creciendo. Esto no es producto de la casualidad sino consecuencia directa -previsible y
anunciada- de la torpe Reforma Fiscal que aprobaron el año pasado los legisladores del PRI,
PVEM y PRD a propuesta del propio Peña Nieto y de su secretario de Hacienda Luis Videgaray.
Es una reforma que le quita el dinero a las clases medias y a los micro y pequeños empresarios
para dársela a un gobierno que gasta tarde y mal. Falso que solo le clave el diente a los
empresarios y acaudalados que más tienen. La repercusión de limitar o eliminar la deducibilidad
de diversos conceptos afecta, también, a la clase trabajadora pues una serie de prestaciones
laborales quedaron sin efecto por las enmiendas tributarias en comento.
Así, hoy presumen que la recaudación ha aumentado pero no así el Producto Interno Bruto. La
competitividad de la frontera se ha caído por la homologación del IVA y las gasolinas siguen
aumentando su precio a pesar de que estamos por encima del referente de Estados Unidos.
Con Felipe Calderón la economía cerró en el 2012 con un crecimiento de alrededor del cuatro por
ciento mientras se creaban más de 700 mil empleos al año. Todo eso se esfumó. Y conste que no
teníamos las anheladas reformas.
Así pues, mitigar los efectos de tan nociva Reforma Fiscal será uno de los ejes principales de la
agenda de los senadores de Acción Nacional en el presente periodo ordinario de sesiones.
Dos ejes articuladores adicionales hemos trazado como ruta para los meses por venir: El combate
a la corrupción y la seguridad pública. Definitivamente no coincidimos con Peña Nieto en el
sentido de que la corrupción es un mal cultural que hemos de padecer hasta que nuevas
generaciones reemplacen nuestra forma de pensar y actuar. Es tanto como abdicar al gobierno y
ceder ante la fatalidad de un mal que no se combate por la debilidad institucional y la
complicidad. Una de sus principales promesas de campaña y de los espectaculares anuncios de
inicio de temporada han quedado sepultados en discursos y en tímidas acciones, si no es que en
revanchas políticas.
Por otro lado, la inseguridad pública, por más que se diga o maquillen las cifras, sigue siendo un
cáncer que azota a la sociedad y que hoy ha alcanzado plazas y hogares que antes no habían
sido tocados. Si bien los homicidios dolosos van a la baja los otros delitos que más lastiman a la
sociedad, como lo son el secuestro, el robo y la extorsión van al alza. Es un coctel explosivo: bajo
crecimiento económico e inseguridad creciente a nivel cancha.
Nadie desea que le vaya mal al gobierno. Por el contrario. Hemos dejado constancia en el PAN
que lo que queremos es un país con mejores niveles de desarrollo en todos lo ámbitos. Pero en
nuestro papel está exigir que las leyes se cumplan; que el ejercicio del gasto se haga con eficacia,
eficiencia y transparencia, y que las acciones contra la inseguridad pública surtan el efecto
deseado.
Comienza el segundo tercio del sexenio. Los pretextos se agotaron y la paciencia de la gente
también. Que conste.
Artículo publicado en La Silla Rota
http://lasillarota.com/el-segundo-tercio/Javier-Lozano-Alarcon#.V3FsCPl96M8