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Do ut des


Publicado el 14/07/2013 a las 22:00

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Las elecciones del pasado 7 de julio son sólo el preámbulo de una agenda más importante y
ambiciosa para el país. Más allá de los saldos que arrojan las contiendas electorales, el panorama
nacional no es del todo halagüeño. La economía no crece y menos el empleo. Los indicadores
más relevantes muestran signos de retroceso: remesas, reservas, producción manufacturera y
agropecuaria, consumo, ingresos petroleros y exportaciones. Recientemente el Fondo Monetario
Internacional hizo una nueva proyección a la baja del crecimiento de la economía mexicana al 2.9
por ciento y el gasto público muestra su peor ritmo desde 1995.

Por si lo anterior fuera poco, la inseguridad pública no cede. Se mantienen elevados los índices de
homicidios derivados de la lucha entre bandas de la delincuencia organizada y los delitos del
fuero común crecen.

En ese contexto se inscribe la discusión de la prevalencia del Pacto por México y de las
necesarias reformas legislativas por venir. Tanto la dirigencia del PAN como del PRD pensaron, no
sin cierta dosis de ingenuidad, que el PRI-Gobierno se apartaría de las prácticas antidemocráticas
de siempre. La realidad los desengaña y los pone en posición incómoda con sus respectivas
militancias.

¿Qué sigue? No me queda duda de que el gobierno de la República debe ir, con todo, por una
auténtica reforma energética. Eso implica cambios a la Constitución y un inminente rompimiento
con la izquierda. Esa causa sí los une. De nuestra parte, los senadores del PAN hemos dicho que
estamos dispuestos a impulsar una reforma que realmente transforme al sector para propiciar
nuevas y cuantiosas inversiones, competencia y productividad. Se trata de generar riqueza,
desarrollo tecnológico, empleos y precios más accesibles para los consumidores. Nada de
privatizar Pemex, ni renunciar a la propiedad del petróleo ni mucho menos a la rectoría del Estado.
Ahora bien, no se trata sólo de ver qué reformas quiere el gobierno para crecer y, sin exagerar,
para salvar su sexenio. Se trata también de ver qué reformas deben ser aprobadas para contribuir
a procesos democráticos más equitativos que permitan a los mexicanos decidir de manera libre y
consciente.

Los pasados comicios mostraron ciertos equilibrios entre las distintas expresiones políticas pero
evidenciaron la terca presencia de prácticas que muchos creyeron superadas. Paradójicamente
los gobernadores priístas más jóvenes mostraron las peores mañas de alquimia electoral: Javier
Duarte en Veracruz y Roberto Borge en Quintana Roo.

Como parte de esa discusión surge el cuestionamiento sobre la pertinencia de mantener vivo el
Pacto por México. En mi opinión, la agenda legislativa debe, sí, mantener las reformas incluidas en
el Pacto por México pero no solo ésas ni tampoco como un mandato unilateral hacia el Congreso
de la Unión. Hay que tener presente que si lo que realmente se quiere es que la normalidad
democrática se base en reglas claras y equitativas, con árbitros e instituciones serios
profesionales e imparciales; y con mecanismos que faciliten construir mayorías perdurables y
gobernabilidad, el andamiaje existente no alcanza ni es satisfactorio.

En política, como en tantos aspectos de la vida, las negociaciones y los acuerdos implican
obtener a cambio de dar. Do ut des, decían los romanos. Principio básico de reciprocidad que
debe existir en las relaciones jurídicas (y también políticas). De ahí que la reforma política
planteada en principio por senadores del PRD y del PAN esté en primerísimo lugar de la agenda
legislativa. Y hago la aclaración de que estamos hablando de nuestra propuesta y no de la
proveniente del Pacto por México ya que esa no incluye un aspecto central y determinante: la
segunda vuelta en la elección de Presidente de la República y gobernadores.

En suma: una reforma política sin segunda vuelta electoral es, meramente, una reforma
cosmética. Una reforma energética sin cambios al artículo 27 constitucional es, sencillamente, una
reforma insuficiente. Pretender la energética a cambio de un apapacho, no basta. El trato está a la
vista: vamos por ambas reformas, a fondo y al mismo tiempo. Veremos si el presidente Peña
Nieto piensa primero en el país por encima de la natural resistencia del PRI para aceptar la
segunda vuelta o si el mandatario está dispuesto a sacrificar su reforma energética de fondo por
preservar los mecanismos de procesos electorales que han permitido al PRI regresar y
mantenerse en la escena política nacional. Esto se va a poner bueno.

Artículo publicado en el Periódico El Universal

http://www.eluniversalmas.com.mx/editoriales/2013/07/65566.php