Publicado el 04/11/2012 a las 23:00
De veras que llama la atención la manera en que se ha intentado dinamitar la reforma laboral en
las últimas semanas. Primero fue la burda presión hacia el Senado para que pasara sin chistar la
minuta recibida de la Cámara de Diputados. Cierren los ojos y tramítenla sin más para salvar el
80% de la iniciativa del presidente Calderón, nos dijeron.
Luego vino la presión por evitar la alianza entre el PAN y los partidos de izquierda, so pretexto de
que mezclábamos agua y aceite. Las apuestas se cruzaban con momios a favor del fracaso de la
intentona. Más adelante, la tesis de la congeladora: que si la necedad del PAN llevó al fracaso a la
reforma, que una pifia de procedimiento le quitó el carácter de iniciativa preferente, que intereses
oscuros están detrás de la maniobra inmadura de los senadores panistas, que el artículo 388 bis
es endemoniado y causará una gran inestabilidad laboral, que si Calderón vería sentado en un
lugar más cómodo la reforma o que si Peña enviaría su propia iniciativa.
Lo cierto es que el Senado actuó como auténtica cámara revisora. Hizo lo que le correspondía
para rescatar la parte que los diputados mutilaron de la iniciativa preferente del presidente Felipe
Calderón y retomó los artículos relativos a transparencia, rendición de cuentas y democracia
sindicales. Se construyó un verdadero bloque de 66 senadores que, en orden, disciplina,
congruencia y honor, votó en un mismo sentido para imponer la mayoría que, por lo visto, podrá
repetirse las veces que sea necesario.
Digamos las cosas como son: la opacidad sindical no sólo sirve a líderes privilegiados sino a
empresarios abusivos que simulan contratos colectivos pero que, en realidad, esconden
auténticos contratos de protección. Y beneficia también al PRI con generoso financiamiento en
tiempos electorales. De ahí la resistencia que enfrentamos.
Pero poco a poco las cosas se han ido acomodando para bien. Los ocho artículos que el Senado
devolvió a la Cámara de Diputados comenzarán a procesarse hoy lunes en la Comisión de Trabajo
y Previsión Social. De ellos, cuatro ya fueron aprobados por unanimidad en el Senado. Es de
esperar al menos un trato similar en la cámara de origen. De los otros cuatro puede haber
redacción alternativa sin renunciar al propósito primario. Con todo, el resto de la reforma laboral
está aprobado e intocado por ambas cámaras.
Por cierto, la discusión sobre la naturaleza de la iniciativa preferente es ridícula. Nunca pierde ese
carácter porque haya modificaciones o adiciones de la cámara revisora. De hecho, el Senado
recibió de los diputados seis artículos de vuelta sobre la iniciativa preferente del presidente Felipe
Calderón para reformar la Ley General de Contabilidad Gubernamental con exactamente el
mismo fundamento legal (el artículo 72 E de la Constitución) con el que los senadores enviamos
de regreso nuestros ocho artículos a la Cámara de Diputados. Afortunadamente, ya los
coordinadores del PRI en ambas cámaras legislativas han dicho que la reforma saldrá pronto y
bien. Acaban así con falsas interpretaciones o mensajes cifrados.
Sí. La reforma laboral va. Y va con el componente relativo a la transparencia y democracia
sindicales que muchos pensaban perdido. Será una reforma sustancialmente similar a la que
planteó el PAN desde marzo del 2010 y que el Presidente retomó en su iniciativa preferente. Será
la reforma que México ha esperado desde hace, por lo menos, 15 años. Será la reforma que el PRI
regateó y negó, por cálculo político, mientras fue oposición.
Por lo visto, estoy convencido de que la reforma laboral saldrá porque el PRI será gobierno y
porque se presentó el proyecto como iniciativa preferente. En otras circunstancias, la propuesta
estaría archivada en el olvido junto con las 500 anteriores.
En este nuevo calendario de la república el PAN estará presente, actuando en congruencia y con
responsabilidad. Es ésta una reforma que apoyamos a morir desde hace años porque la
consideramos necesaria, más allá del gobierno en turno. Esa conducta nos hace distintos y
distinguibles.
Ahí quedan para el registro de la historia las voces de oficiales y oficiosos que han hecho el
ridículo pronosticando, presionando y gestionando en favor de la mediocridad, del fracaso o de la
opacidad; que se exhiben por su ignorancia o mala fe actuando a favor de sus intereses pero
dando la espalda al bien común. No se han percatado, en fin, de que el país, aun sin ellos, ya tomó
una ruta de cambio.
Artículo publicado en el Periódico El Universal
http://www.eluniversalmas.com.mx/editoriales/2012/11/61248.php